
Sanaá - Saba: Gameel Al-Qasham
El cielo donde solía llover bombas se ha convertido en un cielo donde llueve determinación. La tierra que querían convertir en cenizas ahora ha crecido firme. El pueblo que creían que iban a poner de rodillas se ha convertido en un faro para todos los que quieren saber el significado del orgullo. Así, el Día Nacional de la Firmeza se ha convertido no sólo en una época, sino en un testimonio de que las patrias no caen mientras contengan hombres con corazones que latan con libertad.
El 26 de marzo, Yemen no se limita a una celebración geográficamente limitada, sino que es un espíritu encarnado en cada ciudad y pueblo, en cada montaña y llanura. Dondequiera que mires, encontrarás una historia de perseverancia contada, una lucha épica escribiéndose y un ojo cuya llama de desafío nunca se apaga.
Cuando comenzó la agresión hace diez años, la apuesta era que el pueblo yemeníta se derrumbaría bajo los bombardeos, el asedio y el hambre. Pero los yemenítas no eran un trozo de papel en las oficinas de los políticos internacionales, ni eran simplemente números en los informes de inteligencia. Más bien, eran un pueblo que decidió hacer de la agresión un punto de inflexión, no un punto de colapso. Solían decir: “Es cuestión de días”, luego pasaron a semanas, luego a meses, luego a años.
Mientras las capitales conspiraban, se construían aldeas yemenítas, se resucitaban ciudades de los escombros, las escuelas abrían sus puertas, se levantaban fábricas y las líneas del frente se encendían con determinación. La firmeza no fue un lema en los discursos, sino más bien un pan hecho a pesar del hambre, un libro abierto a pesar del asedio y un arma desarrollada a pesar de los desafíos.
Cuando cayó la primera bomba, la respuesta no fue una declaración de condena sino más bien una declaración de que esta agresión no pasaría sin un precio, y que la mano que se extendía para destruir Yemen sería cortada sin importar cuánto tiempo tomara. Mientras el mundo observaba, el pueblo yemeníta estaba escribiendo su historia, sin apoyo, sin conferencias de donantes, sin medios internacionales que lo consolaran, pero con una paciencia sin igual y una determinación nunca vista en las batallas modernas.
La firmeza yemeníta no era sólo yemeníta, sino una extensión del proyecto de una nación. Palestina estuvo en el centro de la lucha. No se trataba sólo de una causa de la que hablaban en declaraciones, sino de una batalla que Yemen estaba librando en la práctica. Cuando Gaza ardía bajo los bombardeos, la respuesta yemení no fueron sólo discursos de solidaridad, sino más bien aviones, drones y barcos que anunciaban que Yemen ya no era un país asediado, sino que se había convertido en un actor en el equilibrio de poder.
La Batalla de los Mares fue una extensión de esta firmeza, ya que el mundo se dio cuenta de que Yemen no es una isla aislada, sino más bien un país que está rediseñando los mapas de la geografía política, desde el estrecho de Bab al-Mandab hasta el mar Rojo y el mar Arábigo, donde nadie puede ignorar la voz que se pretendía silenciar, pero que se ha convertido en un rugido que llega mucho más allá de sus fronteras.
En las fábricas que nunca pararon, en las granjas que nunca se marchitaron y en los mercados que nunca cerraron, hubo otra forma de firmeza que rompió el asedio, convirtió las crisis en oportunidades e hizo de la independencia económica una meta, no un lujo. La producción local estaba aumentando, la autosuficiencia estaba echando raíces y la gente estaba aprendiendo que su fuerza no sólo reside en sus recursos sino en su voluntad.
En el frente educativo, las aulas estaban abiertas a pesar de todo, y las generaciones estaban aprendiendo que el conocimiento es un arma no menos que las pistolas, y que el pensamiento independiente es la primera línea de defensa contra los intentos de invadir las mentes antes de las patrias. Los estudiantes no sólo llevaban sus cuadernos; Llevaban la idea de que el futuro se hace, no se da, y que ellos son la generación que completará el proceso de construcción.
En cuanto a la mujer yemeníta, ella estaba allí, dondequiera que había firmeza, con su paciencia y apoyo. Ella no fue una mera espectadora de la agresión, sino más bien la artífice de la victoria, ya fuera como esposa, hermana o hija de todo aquel que llevara un arma, una pluma, un martillo o un arado.
Cuando hablamos de perseverancia, no podemos dejar de recordar a los mártires que se fueron, pero no se fueron. Sus espíritus siguen iluminando los caminos, contando historias y confirmando que la sangre no se desperdicia cuando se derrama por la libertad. Ese sacrificio no es el final, sino más bien el comienzo de una era en la que no habrá lugar para quienes querían que Yemen fuera subordinado.
El Día Nacional de la Firmeza es un momento renovado, una lección inolvidable, un mensaje al mundo de que quien apostó por la caída de Yemen perdió, y quien pensó que Yemen sería derrotado no conocía bien la historia, porque esta tierra nunca ha caído, y nunca caerá mientras contenga hombres que hayan jurado que la dignidad es una línea roja.
El viaje continúa, y el camino aún es largo, pero lo que es seguro es que el Yemen de hoy no es lo que era hace años. Es más fuerte, más resiliente, más independiente y más capaz de imponer sus opciones y escribir su futuro con su propia mano, sin dictado ni tutela de nadie.
Esta tierra no conoce la derrota, este pueblo nunca se ha rendido y lo que los yemenítas han comenzado sólo terminará con una victoria digna de sus sacrificios, sin importar el costo y sin importar cuánto lo intenten los enemigos.
Hoy, después de diez años de firmeza, la sociedad yemeníta se ha vuelto más cohesionada, a pesar de los intentos del enemigo de desgarrarla. Las transformaciones políticas se han hecho evidentes, con la adopción del proyecto de firmeza como una posición estratégica no sujeta a compromisos.
En el frente militar, las fuerzas armadas aplicaron tácticas precisas que demostraron habilidad en la gestión de las batallas, a pesar de los incesantes bombardeos. Su capacidad de resistencia se renovaba en cada batalla y cada gota de sangre contribuía a sucesivas victorias sobre el terreno.
La agresión, que no ha perdonado viviendas, fábricas, granjas, escuelas, universidades, hospitales, salones de bodas y funerales, mercados e instalaciones de servicios, ha tenido sus efectos en todas las ciudades yemenítas, desplazando a miles de familias y destruyendo infraestructuras. Sin embargo, a pesar de ello, la sociedad yemeníta parece más decidida a superar los desafíos mediante la cooperación y la solidaridad.
La tribu yemeníta, con su rica historia, fue un defensor clave de los muyahidines en varios frentes de honor y dignidad. Su voz llamaba a la victoria y a la dignidad. Yemen enfrentó desafíos sin precedentes mientras el bloqueo intentaba estrangular la economía. Pero la gente encontró en cada crisis una oportunidad para innovar y las iniciativas locales empezaron a contribuir a mitigar, aunque en pequeña medida, las repercusiones de la situación económica.
En el frente humanitario, la situación no era mejor. Con el bloqueo en curso y las repercusiones de la crisis económica y humanitaria, los ojos de los yemeníes estaban atentos a la situación. A pesar de todo el sufrimiento, la esperanza y la solidaridad siguieron siendo un sentimiento predominante en cada pueblo y ciudad.
La firmeza yemení se ha convertido en un símbolo de la solidaridad de los pueblos de toda la región. Los yemenítas han demostrado que la agresión, por mucho que dure, no podrá quebrantarlos. Hoy, con el comienzo de una nueva etapa, los yemeníes esperan un mañana más brillante. Aunque el camino no será fácil, continuarán por él con confianza y determinación para que Yemen siga orgulloso frente a la agresión.