
Al Hudayda - Saba: Jameel Al Qashm
En una peligrosa escalada que encarna las tendencias criminales y la brutalidad de Estados Unidos hacia Yemen, aviones estadounidenses lanzaron ataques aéreos directos contra el puerto petrolero de Ras Issa, en la gobernación de Al Hudaydah, apuntando a una instalación civil, trabajadores y empleados, en una de las masacres más horribles jamás cometidas contra la humanidad.
Una masacre total fue perpetrada a sangre fría por el enemigo estadounidense contra trabajadores civiles que buscaban su sustento, en una escena que rezumaba asesinato deliberado y brutalidad. Sus ataques no estaban dirigidos contra un sitio militar, sino contra un sitio civil, cuyo ataque es criminal según el derecho internacional y humanitario.
Decenas de mártires cayeron en el primer momento, con sus cuerpos destrozados, sus huesos mezclados con el hierro del puerto, sus rostros distorsionados hasta el punto de desaparecer los rasgos, y el suelo transformado en una escena insoportable de contemplar, dada la enormidad del desastre.
No pasó mucho tiempo antes de que las ambulancias y los vehículos de defensa civil acudieran al lugar, pero los aviones del enemigo estadounidense estaban al acecho y regresaron una vez más para bombardear el área y a los sobrevivientes restantes, atacando a los equipos de rescate en un complejo crimen de guerra que viola todas las leyes internacionales.
El saldo preliminar de muertos asciende a 74 mártires cuyas vidas fueron arrebatadas de forma injusta y agresiva, y 171 heridos luchan por sus vidas en los hospitales, algunos de ellos sin extremidades, otros cuyas familias no pudieron identificarlos debido a la gravedad de las quemaduras y los fragmentos. Algunos están exhalando su último suspiro, mientras otros yacen entre la vida y la muerte, esperando un milagro del cielo.
Los equipos de rescate continúan excavando entre los escombros en busca de los desaparecidos. El puerto se ha transformado en una fosa común. Bajo cada piedra se esconde la historia de un mártir, y bajo cada placa de hierro se esconde un cuerpo con sus rasgos borrados, mientras la tierra gime bajo el peso del crimen.
Washington no se avergonzó de sus acciones, pero emitió una declaración arrogante, hablando de atacar un "sitio amenazante", como si los trabajadores y empleados del puerto de Ras Isa fueran los que portaran los misiles. ¡Qué descaro sin precedentes: llamar a la masacre un logro militar!
La declaración estadounidense no sólo ignora la sangre Yemenita, sino que también revela una tendencia criminal profundamente arraigada y una hostilidad flagrante hacia todos los que rechazan la hegemonía y los dictados estadounidenses.
La masacre de Ras Issa no es un incidente aislado, sino más bien un capítulo de un único libro titulado "El genocidio sionista estadounidense". Lo que ocurre hoy en Yemen está en armonía con lo que ocurre en Gaza: el mismo asesino, las mismas bombas, los mismos cuerpos destrozados bajo los escombros del silencio internacional.
La agresión estadounidense contra Yemen ya no es meramente militar; Se ha convertido en una agresión contra el espíritu libre y contra la postura yemení de apoyo a Palestina y de rechazo a la sumisión. Washington ha decidido castigar al pueblo yemení con bombardeos, masacres masivas y ataques contra civiles e instalaciones civiles.
La masacre de Ras Issa ha expuesto una vez más la hipocresía de la comunidad internacional, revelando la complicidad de las organizaciones de derechos humanos que permanecieron en silencio, de los gobiernos occidentales que sonrieron maliciosamente y de las Naciones Unidas que no nombraron al asesino. Este silencio es una colaboración en el crimen y una mancha de vergüenza que no se borrará.