
Al Hudaydah - Saba - Jameel Al Qashm:
Desde las orillas de Hodeidah, la ciudad que siempre se erigió como un muro inquebrantable, el resplandor de la movilización se renueva hoy y el espíritu de lucha se enciende en los corazones de los hombres y las tribus, como si la tierra llamara a sus hijos a regresar a los campos de la dignidad.
Tihama, con toda su lealtad, paciencia e historia, continúa demostrando al mundo que el mar no descansa cuando está enojado y que sus guardianes no duermen cuando son atacados. De hecho, todo intento agresivo no conduce a la derrota, sino que despierta una mayor conciencia colectiva y profundiza el sentido de responsabilidad en el pueblo, pues la sangre de los mártires se convierte en antorchas que iluminan el camino y el bombardeo se convierte en motivo de cohesión y razón del aumento del abrumador nivel de ira popular.
El impulso popular está aumentando en todos los distritos de Hodeidah, desde la llanura hasta la costa, desde el corazón de la ciudad hasta sus afueras. La plaza está siendo testigo de una amplia actividad popular a través de vigilias tribales y reuniones masivas, que se han transformado en plataformas de movilización, incitación y lealtad. Cada reunión tribal y cada postura lleva en sí un juramento que declara que “no hay neutralidad en la batalla por la conciencia, la libertad y la soberanía”.
Los habitantes de Hodeidah no salen a la calle para ver el espectáculo de las multitudes. Más bien, salen porque consideran la movilización un deber religioso y nacional, impuesto por la gran batalla que la nación está librando, ya sea en el país para enfrentar la agresión y sus herramientas, o en el exterior en apoyo de Palestina y Gaza, que están siendo masacradas ante los ojos y oídos del mundo.
Las tribus de Tihama, en general, siguen pintando una imagen poco común de alineación, con rifles alineados junto a banderas, la dignidad alineada junto al martirio, los ancianos liderando el camino, seguidos por los jóvenes, y la multitud marchando hacia una sola palabra: “Listos para la batalla, listos para el sacrificio, y no seremos espectadores”.
En cada reunión tribal se repiten las mismas frases honestas, surgidas de lo más profundo del sufrimiento y la firmeza: “No dejaremos solos a los hombres en el frente, y no nos quedaremos de brazos cruzados ante la escalada estadounidense contra nuestras aguas, puertos y territorios, ni ante las masacres diarias contra nuestro pueblo en Gaza”, con posiciones sobre el terreno que empiezan a traducirse en el terreno.
A pesar de los largos intentos de subyugarla a lo largo de los años de agresión, Hodeidah sigue siendo el guardián del Mar Rojo, sorprendiendo a sus enemigos con su legado revolucionario. Ha trastocado repetidamente los cálculos de los agresores, desde las batallas a lo largo de la costa hasta el día de hoy. Ahora está encendiendo el fuego de la guerra con una intensidad sin precedentes.
Las reuniones masivas que recorren la región de Tihama se han convertido en plataformas para encender el fervor nacional y el celo religioso, con jeques y dignatarios tomando la iniciativa, hablando de las responsabilidades de la situación actual y alentando a sus hijos y miembros de sus tribus a unirse al camino del honor, sin dejar lugar a la complacencia o la vacilación.
No es extraño que Tihama esté al frente. Esta tierra, cuyos hombres nunca han conocido el compromiso, ha sabido forjar dignidad en sus posturas y transformar los desafíos, los asedios y la marginación histórica en motor de rebelión contra la hegemonía y la humillación, como ha transformado la salinidad del mar en determinación inquebrantable.
Esta impresionante reacción popular no surgió de directivas desde arriba, sino que es el resultado de una llama interna inextinguible. Refleja una conciencia colectiva acumulada de que esta batalla es una de supervivencia y dignidad, y de que el Mar Rojo, que los enemigos quieren convertir en un corredor colonial, no se rendirá ante ellos mientras haya un corazón que lata en Tihama.
Cada reunión tribal celebrada hoy en Tihama es una trinchera de movilización, marcada por reafirmaciones de la propia posición, la disposición a participar en el frente y la formación de convoyes de donaciones. Esta escena refleja que Hodeidah no se mueve por reacciones, sino por crear acontecimientos y hacerlos avanzar.
También está creciendo el impulso entre los jóvenes, los estudiantes y los grupos de la sociedad civil, que ahora buscan oportunidades de formación y rehabilitación incluso antes de que los inviten a ellas. Ven unirse a las primeras líneas del honor como una oportunidad para triunfar sobre la injusticia y la agresión, y una oportunidad de estar al frente del proceso, no al margen.
Las direcciones, bajo amenaza directa, no se han retractado de su papel. Más bien, se han convertido en una llama ardiente, que lidera la carga y alza la voz de la trompeta desde el corazón del dolor, para confirmar que este pueblo no puede ser chantajeado con hambre ni quebrantado por los bombardeos.
Los medios de comunicación locales de Tihama han comenzado a desempeñar su verdadero papel, no simplemente como transmisores de noticias, sino como impulsores de la opinión pública, transmisores de los detalles de la epopeya popular y expositores de las mentiras de los agresores. La imagen de Tihama se ha vuelto inspiradora y trascendental al mismo tiempo.
La retórica de movilización que prevalece hoy en día en los círculos de Tihama se ha transformado en una agenda de trabajo diaria, en la que se organizan reuniones y protestas y se distribuyen tareas, de manera que confirma que el proyecto de movilización no es un evento estacional, sino más bien un proceso continuo que conduce a la victoria.
El enemigo ha comprendido que Tihama no es un punto débil sino un escudo sólido y una fuente de movilización para un frente continuo que lo preocupa. Esto le ha llevado a intensificar sus redadas en algunos distritos, en un intento de confundir este impulso popular. Pero no se da cuenta de que cada incursión produce nueva ira, y cada mártir enciende a mil luchadores.
Los Guardianes del Mar Rojo de hoy no visten uniformes ni permanecen en cuarteles cerrados. Más bien, son los hijos de las aldeas, de las granjas y de los mercados, quienes responden al llamado, dejándolo todo atrás para que el mar siga siendo nuestro y para que Hodeidah siga siendo libre, árabe e inmune a los codiciosos.
Es la temporada de movilización de Tihama en todo el sentido de la palabra, y todos se han dado cuenta de que no es el momento de esperar, sino de involucrarse plenamente en el proyecto de confrontación, que hace de estas posiciones y encuentros trincheras que allanan el camino para futuras victorias y reajustan la dirección de la batalla una vez más.
Los mensajes que Tihama envía hoy no solo se leen en el contexto del interior, sino también en Gaza, Yenín y todos los foros de resistencia, diciendo: «No somos espectadores ni meros comunicadores. Somos un pueblo que avanza, lucha y alcanza la victoria, cueste lo que cueste».
Paralelamente a esta movilización, crece la conciencia popular sobre la necesidad de desautorizar por completo a los traidores, mercenarios y agentes, cuya verdadera naturaleza ha sido expuesta, y cuya exposición es clara para todos los que tienen conocimiento. Hoy se posicionan abiertamente con el enemigo, allanándole el camino y justificando sus crímenes. Pero un pueblo que conoce el significado de la dignidad no puede perdonar a quienes han perdido su honor, ni transigir ante las puñaladas de los que están dentro. Más bien, los escupen como veneno, aislándolos de la memoria de la tierra y de la historia.
En una escena paralela, tribus, personas notables y componentes sociales se unen en torno a un líder sabio que sostiene firmemente el timón de esta etapa y dirige el curso con una visión penetrante. La confianza popular está firmemente establecida en él como el líder que leyó bien la situación, captó el momento de conflicto y revivió a la nación de su estado de estancamiento. Se ha convertido en la voz y la lengua del pueblo y en la brújula de la firmeza en la batalla del destino.
Y aquí está el Mar Rojo, una vez más, dando testimonio de que sus guardianes no son soldados occidentales, sino los hombres de Tihama, que han dedicado su vida a hacer de las olas un arma, de los puertos trincheras y de la costa una fortaleza inexpugnable.