Sanaá - Saba: Informe: Jamil Al-Qashm
El enemigo israelí está librando una compleja agresión contra la Franja de Gaza, que va más allá del bombardeo y la hambruna, hasta una complejidad política sin precedentes. Los actores regionales participan en este papel indirecto, que varía entre el silencio dirigido, la facilitación sobre el terreno, la cobertura política y la participación económica. Esto hace que la situación trascienda el concepto de ausencia al nivel de complicidad en el crimen y sus repercusiones.
La respuesta oficial árabe a las masacres en Gaza se ha caracterizado por una completa desconexión con la postura humanitaria y política necesaria. Se han observado cálculos estratégicos estrechos, mientras que los imperativos de pertenencia y posición han estado ausentes. Palestina ha pasado de ser un asunto central a un asunto negociable, y las prioridades de algunas capitales han pasado de apoyar a la víctima a proteger los intereses del socio agresor.
El apoyo árabe al enemigo surgió a través de múltiples canales, en particular mediante el suministro de combustible a los aviones de combate israelíes. Esto les proporcionó capacidad adicional para continuar sus ataques contra la Franja de Gaza sin depender exclusivamente de los suministros occidentales, mejorando así la eficiencia de la agresión y reduciendo sus costos operativos.
En el ámbito financiero, algunos países árabes mantuvieron el ritmo de financiación de la administración estadounidense, sabiendo de antemano que este dinero estaba incluido en las asignaciones anuales de ayuda militar para la entidad israelí. Esto convirtió esta financiación en un factor directo en el sostenimiento de la agresión, la perpetuación de los crímenes y la hambruna de Gaza y su población.
La apertura del espacio aéreo árabe a las aeronaves israelíes, ya sea para el transporte de equipo o para viajes diplomáticos, amplió el margen operativo del enemigo y le otorgó una cobertura regional no declarada, lo que contribuyó a reducir las barreras logísticas que anteriormente limitaban su libertad de movimiento.
Las relaciones comerciales entre algunos regímenes y el enemigo israelí continuaron durante la agresión, ya que cargamentos de alimentos, medicamentos y productos básicos seguían llegando a los puertos ocupados, en un momento en que la asediada Franja de Gaza sufría escasez de suministros vitales debido al bloqueo conjunto.
En el ámbito político, no se tomaron medidas árabes serias para reducir la representación, congelar las relaciones o revisar los acuerdos bilaterales. En cambio, se celebraron reuniones oficiales a diversos niveles, y algunas capitales mantuvieron canales de comunicación directos con el gobierno de ocupación.
Esto coincidió con la continua cooperación árabe-israelí en materia de seguridad en temas delicados, como el intercambio de datos, el rastreo de activistas y las restricciones a las actividades de apoyo a la resistencia, incluyendo la prohibición de donaciones, el cierre de cuentas y la prohibición de algunas entidades islámicas activas en este ámbito.
La Autoridad Palestina se convirtió en uno de los puntos débiles fundamentales en el frente interno, debido a su continua coordinación en materia de seguridad, la persecución de los cuadros de la resistencia y la extradición de algunos de ellos. Esto debilitó el entorno para la acción sobre el terreno y condujo al desmantelamiento del Frente Popular en Cisjordania.
En el ámbito religioso y mediático, las principales voces del mundo árabe estuvieron ausentes de la cobertura de las masacres en la Franja de Gaza, y las posturas oficiales de las instituciones religiosas decayeron, limitándose a declaraciones limitadas. Mientras tanto, algunas plataformas mantuvieron una retórica de criminalización de la resistencia y advirtieron contra la escalada.
En el ámbito popular, la disminución se debió a las restricciones legislativas y de seguridad impuestas, que restringieron el espacio de expresión y las manifestaciones, y prohibieron las marchas y las protestas de solidaridad. Esto provocó la interrupción total de las herramientas de presión popular, a pesar de la claridad de la escena sangrienta y la magnitud de las masacres.
Esto fue acompañado por la marginación deliberada de las plataformas educativas y mediáticas de su función de sensibilización. El discurso de la resistencia fue excluido de los planes de estudio, las universidades fueron vaciadas de su contenido político y los medios de comunicación oficiales y privados fueron sometidos a controles que impidieron que la narrativa de la víctima palestina se presentara tal como era.
Algunas plataformas mediáticas se convirtieron en herramientas de justificación, centrándose en el discurso de la "calma", la "paz" y la "moderación". Esto proporcionó al enemigo mayor cobertura en su batalla y contribuyó a reconfigurar la opinión pública, que aceptó la normalización como una opción racional.
La clasificación negativa de la resistencia aumentó: importantes facciones fueron incluidas en listas de terroristas, sus líderes demonizados y sus partidarios acusados de amenazar la seguridad y la estabilidad. Mientras tanto, las delegaciones sionistas siguieron siendo bien recibidas en varias capitales árabes. En este contexto, Señor Abdulmalik Badr al-Din al-Houthi afirma que otorgar cobertura árabe al enemigo israelí bajo cualquier pretexto no expresa neutralidad. Más bien, establece una posición en la primera línea de agresión y coloca a los regímenes involucrados en una vía política que allana el camino para una hegemonía sionista integral sobre la toma de decisiones árabe, comenzando por Palestina y no deteniéndose allí.
El Líder cree que clasificar a los defensores de Gaza como terroristas y tratarlos como una amenaza representa una inversión de principios y expone el profundo desequilibrio en la dirección política de algunos regímenes. Esto allana el camino para la liquidación de la causa y arrastra a la nación hacia un costo existencial que va más allá de la batalla actual.
En este clima, la postura yemení se ha consolidado como firme y clara, sin someter su apoyo a Palestina a consideraciones circunstanciales. Más bien, ha mantenido su dirección de principios y fortalecido su presencia mediática, política y sobre el terreno mediante posturas oficiales, grandes manifestaciones, movilización popular y operaciones de las fuerzas armadas en las profundidades del territorio enemigo.
Saná ha adoptado un enfoque que vincula la causa palestina con la identidad religiosa, clasifica la confrontación con el enemigo israelí como parte de la batalla central de la nación y considera la continuación de la agresión como una causa principal de la desestabilización de la seguridad nacional árabe y una fuente constante de amenaza existencial.
La postura yemení no se limitó a la condena; Constituyó un elemento de apoyo estratégico en la batalla, en términos de ataques en apoyo a Gaza, claridad política, presencia pública y participación mediática y de movilización, en un momento en que muchos países se retractaban de sus posiciones anteriores.
Esta cohesión confirmó que el fortalecimiento de la posición no proviene de un equilibrio de intereses, sino de la claridad de principios. El apoyo a Palestina no está ligado a cálculos inmediatos, sino que se basa en una visión integral que considera al enemigo israelí una amenaza directa para todos los pueblos árabes e islámicos.
Los acontecimientos en la agresión a Gaza revelan un nivel sin precedentes de complicidad oficial árabe, acompañado de la continua firmeza palestina y la firme postura yemení. Esta postura redefine el mapa de alineamiento en la región y obliga a los pueblos a reconsiderar quién los gobierna, quién los apoya y quién los traiciona.
Los observadores creen que Saná está promoviendo una postura arraigada en los valores de la fe y la responsabilidad de pertenencia, que refleja la identidad de la nación y la conciencia de su pueblo. Representa un estado de vigilancia estratégica basado en la perspicacia, no en el interés propio, y en el sacrificio, no en la negociación. Esto hace que su presencia política y militar sea más coherente con las exigencias de la situación actual.
Los hechos de la masacre en Gaza demuestran que el momento ya no admite ambigüedades. Las líneas de alineación se han cristalizado con extrema claridad: un bando escribe sus posiciones con sangre, libra su batalla con dignidad y ofrece a sus mártires una conciencia ideológica cohesionada; y el otro aprueba la facilitación, participa en las cadenas de suministro y asegura las espaldas del enemigo con combustible, transporte y normalización.
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