Saná - Saba: Informe: Jamil Al-Qashm
En un momento crucial y decisivo en la historia de la nación, y mientras los pueblos libres del mundo se preparan para enterrar al maestro de los mártires de la nación, Señor Hassan Nasrallah, Secretario General de Hezbollah, la conciencia de los yemenitas rebosa de sentimientos de gratitud y lealtad hacia un líder que dijo la verdad sin dudar y cuya espada permaneció desenvainada frente a la injusticia y la tiranía.
Desde las redes sociales hasta las plataformas mediáticas, el escenario yemenita está lleno de mensajes de aprecio y lealtad, en una escena que refleja el alcance de la conexión emocional e intelectual que unió a los yemeníes y a un líder que nunca dudó en apoyar sus causas y expresar su firme posición frente a la agresión y el asedio de la coalición estadounidense, saudí y emiratí en Yemen.
Para los yemeníes, Señor Nasrallah no era sólo un líder político, sino un símbolo de la resistencia que no conocía la sumisión y una voz para los oprimidos en una época en la que la injusticia se había intensificado en los últimos años. Su nombre estaba presente en la conciencia de los yemenitas, ya que se dirigía a ellos en sus discursos, despertaba su determinación y demostraba que la resistencia no es sólo una idea, sino una creencia practicada sobre el terreno.
A medida que se difundió la noticia de su funeral, las palabras corrieron a las lenguas y a los dedos, pintando un cuadro de profunda tristeza, pero al mismo tiempo, siguió siendo un cuadro lleno de orgullo y reverencia por una personalidad que habitó los corazones antes de habitar la memoria de la historia.
Los activistas escribieron frases que mezclaban lamentación y lealtad, describiendo a Nasrallah como “el líder que no hizo concesiones y la voz que nunca vaciló ante la arrogancia”, mientras que otros expresaron su pérdida de un hombre que no solo era libanés, sino árabe en todos los sentidos de la palabra, y un líder histórico que llevó las preocupaciones de los oprimidos en todas partes del mundo.
Algunos lo describieron como una figura imponente en los campos de gloria, y una voz que dijo la verdad el día en que se corrió el telón de la traición, y cuando las espadas de la traición se juntaron contra Yemen, él fue la lanza que no se rompió y la posición que no se dobló. Siguió siendo un faro para los leales y un símbolo eterno en el libro de las grandes posiciones.
Las palabras de duelo no fueron meras frases protocolarias, sino que surgieron del corazón de quienes vieron en él a un hombre que no se quedó callado cuando el mundo los abandonó. Difundieron sus discursos, recordaron sus dichos que quedaron grabados en sus memorias y reeditaron sus fotografías, que se convirtieron en símbolos de su posición y de su principio.
Muchos vieron en Señor Nasrallah no sólo una figura política, sino un proyecto integral de resistencia y dignidad. Vivió defendiendo su patria y su nación, y murió con orgullo como vivió. Fue un icono de firmeza y voluntad, y un símbolo de una postura inquebrantable contra la injusticia y la tiranía, lo que lo hizo muy presente en la conciencia de los yemenitas, que lo vieron como un aliado de su causa y un portavoz de los oprimidos en todas partes.
Los medios de comunicación y las plataformas se han convertido en un diluvio de mensajes, no para lamentar y lamentarse, sino para galvanizar la determinación y como una ocasión para consolidar los valores por los que vivió Señor Nasrallah, como si el impacto que dejó no fuera a desaparecer, sino que se extendiera para inflamar gargantas y llenar corazones de firmeza. ¿Cómo podría no ser así? Él es el líder que dijo la verdad cuando todos callaban y en sus momentos más difíciles, cuando los cercanos lo defraudaron antes que los lejanos.
A medida que se acerca la procesión fúnebre, llegan mensajes de gratitud y lealtad a Señor Hassan Nasrallah, con publicaciones que reflejan el alcance del dolor por el fallecimiento de un hombre que no sabía cómo retirarse, un hombre cuya voz era como una espada y cuyas palabras eran certeza en un momento de vacilación, la voz de la verdad que resonó cuando las voces se desvanecieron y el estandarte de la gloria que ondeó cuando las posiciones cayeron.
Desde palabras de duelo hasta videos y fotografías, desde versos de poesía hasta discursos llenos de gratitud, los yemeníes parecían estar en un estado de unanimidad al honrar a un hombre que les dio inspiración y determinación, que fue el apoyo que nunca falló y la posición que no se comprometió en un momento de traición.
El impulso mediático no tiene como objetivo conmemorar a una figura que se ha ido, sino renovar el pacto con los principios de resistencia y lealtad a quienes estuvieron al lado de los pueblos en los momentos más difíciles. Cuando las posiciones se desmoronaron sobre la roca de los compromisos, Nasrallah siguió siendo una montaña que los vientos no pudieron sacudir, un caballero de principios, un grito de libertad y un pulso de la causa que no se apaga.
Una amplia gama de profesionales de los medios de comunicación de élite, políticos y académicos expresaron, con sentimientos llenos de orgullo y fe, las posiciones del Maestro de los Mártires de la Resistencia, quien se distinguió por su firmeza cuando las posiciones se derrumbaron, y trepó a lomos de la verdad cuando otros se arrojaron al fango de la sumisión. Fue un ejemplo de líder inspirador, un luchador excepcional en el camino hacia Jerusalén y una espada desenvainada que corta a través de las profundidades de la decepción.
En medio de los sentimientos profundos, quedó claro que los yemenitas no solo escribieron sobre un líder que perdieron, sino sobre un símbolo cuyos ecos resuenan en los pasillos de la historia, de quien heredaron lecciones de orgullo y dignidad, porque incluso si los grandes partieron, sus hechos quedan inmortalizados en las laderas de la gloria, y sus vidas se convierten en una antorcha que ilumina el camino de los libres en todo tiempo y lugar.
La amplia interacción constituye un testimonio vivo de la profunda relación que unía al líder Nasrallah con un pueblo que veía en él un modelo de firmeza y orgullo. Así como la historia ha inmortalizado los nombres de los grandes que defendieron con sinceridad las cuestiones de la nación, los yemenitas escriben hoy con la tinta de la lealtad su nombre, que permanecerá grabado en sus corazones y presente en sus conciencias hasta que Dios herede la tierra y a los que la habitan.
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