Sanaá - Saba: gameel Al-Qasham
Era una casa llena de vida y tranquilidad, con niños corriendo, risas calentando sus paredes y una sencilla familia yemeníta viviendo su día con esperanza, a pesar de los desafíos. Nadie esperaba que esta casa se convirtiera en una fosa común en un instante.
El domingo por la tarde, un misil americano rompió el silencio, como una bestia depredadora, devorando la casa y a todos los que estaban en ella. En pocos instantes todo se convirtió en cenizas, los cuerpos se esparcieron, los muros se derrumbaron y los gritos se alzaron bajo los escombros.
La casa que había sido el hogar de la familia de Saleh Al-Suhaili, ya no existe. Cuatro miembros de su familia fueron martirizados instantáneamente, mientras que más de 25 personas resultaron heridas por la metralla, incluidas mujeres y niños. Algunos todavía luchan por sus vidas en cuidados intensivos.
En esa casa no había ninguna base militar, ningún depósito de municiones, ni tampoco personal armado. Era simplemente una familia yemení sencilla como cualquier otro miembro de la sociedad. Pero la decisión estadounidense fue clara: «No hay ningún lugar seguro en Sanaá. Todo el mundo es un objetivo. No hay diferencia entre civiles y posiciones militares».
Un crimen sin justificación, sin advertencia. Ni siquiera se oían los aviones, como si fueran expertos en matar en silencio. No se trata de una escena de una película de terror, sino de un crimen americano en toda regla, ocurrido en el corazón de la capital, Saná, a la vista y oídos de todo el mundo.
Los escombros de la casa estaban mezclados con sueños de niños, libros escolares y ropa de Eid sin usar. Entre los escombros se encontró una muñeca quemada, junto a fotografías, herramientas sencillas y algunos muebles familiares limitados.
Hoy, esa misma imagen se ha convertido en símbolo de tragedia, imagen que encapsula el dolor y expone al terrorismo estadounidense, que no necesita juicios para demostrar sus crímenes, sino una conciencia global que dejó de funcionar hace mucho tiempo.
Los vecinos acudieron al lugar, descalzos, en estado de shock, sin poder comprender lo sucedido. La escena en el hospital fue aún más horrible. Los ciudadanos acudieron en masa desde todas partes para ayudar, cargando sobre sus hombros a los heridos y lesionados. Las salas de emergencia estaban llenas y los equipos médicos corrían para salvar a los heridos.
Los niños pequeños, aquellos con sueños y esperanzas para el futuro en sus ojos, fueron los más afectados, y sus heridas son más profundas de lo que se puede describir. Los heridos en la masacre no saben por qué fueron atacados. Se preguntan: ¿Somos una amenaza para Estados Unidos? ¿Es esta casa una amenaza para la seguridad nacional de Estados Unidos? ¿Qué lógica utilizarías para enviar un misil para matar a esta familia?
Voces de enojo estallaron en las redes sociales, con personas compartiendo fotos de las víctimas y de la destrucción de la casa, junto con el hashtag "terrorismo estadounidense". Los medios árabes, que apoyan al enemigo, sólo mencionaron el incidente como una noticia falsa, como de costumbre, para justificar el crimen con una caída sin precedentes, sin mencionar explícitamente el crimen en sí.
Pero lo que fue aún más horrible fue el alarde y la justificación del crimen por parte de los mercenarios, en televisión y redes sociales. Parecían culpar a las víctimas y trataron el crimen como si fuera un suceso normal. En lugar de condenar al criminal estadounidense, promovieron falsas interpretaciones para justificar este acto criminal. Algunos de ellos llegaron incluso a decir que la huelga estaba "justificada" en un intento de ocultar la verdad y distorsionar la realidad, ignorando por completo la tragedia humana causada por este atroz crimen.
Este terrorismo estadounidense, que tuvo como objetivo la casa Al-Suhaili en la zona de Shaab Al-Hafa del distrito de Shu'ub en Saná, es uno de los crímenes que el enemigo estadounidense sigue cometiendo en varias gobernaciones yemenítas en medio del silencio internacional, la complicidad árabe y el apoyo de agentes y mercenarios que han abandonado los valores y principios humanitarios por un puñado de dinero. No valoran la sangre de inocentes, sino que continúan encubriendo estos crímenes con justificaciones endebles, no sólo en un intento de justificar los asesinatos, sino también de distorsionar los hechos.
Hoy, los habitantes de Shaab al-Hafa se encuentran frente a la casa destruida, recitando la Fatiha por las almas de los mártires y, con sus lágrimas, escribiendo una nueva historia de dolor yemení. Este crimen puede quedar olvidado en las noticias, pero está grabado en la memoria de la ciudad.
Lo que ocurrió en Saná fue un crimen perfecto, titulado "terrorismo estadounidense". Lo que es seguro es que Yemen, a pesar de las heridas, no olvidará ni permanecerá en silencio sobre sus derechos, incluso después de un tiempo.
Este crimen es simplemente el último episodio de una cadena de decadencia moral y humana a la que el mundo ha llegado en medio de un vergonzoso silencio internacional y la complicidad árabe. En esta tragedia, vemos cómo la conciencia global se convierte en un escenario abandonado, donde la sangre es lavada por mentiras; Justificado por unos medios de comunicación mercenarios que siguen distorsionando los hechos.
Yemen, a pesar del dolor, no olvidará, y la historia registrará que esta tierra fue y sigue siendo resistente a todas las formas de terrorismo, ya sea externo o interno.
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