Sanaá - Saba: gameel Al-Qasham
En un momento en el que muchos pueblos árabes e islámicos han perdido su determinación, los yemeníes han salido a las calles en rugientes marchas de un millón de hombrespor el Día Internacional de Al-Quds, como si la tierra misma cantara por Palestina, como si cada centímetro de Yemen se hubiera convertido en una voz que denuncia el fracaso de los gobiernos y afirma que Palestina está en los corazones de los yemenítas.
Estas marchas fueron otra declaración de que Yemen, a pesar de su largo bloqueo, sigue siendo el fiel guardián de Jerusalén. En un momento en que los países árabes se apresuraban a normalizar las relaciones con la ocupación israelí, los yemeníes estaban ofreciendo una verdadera lección de lealtad a Palestina. Estas multitudes masivas fueron una respuesta práctica y directa a todos los intentos de restringir la causa palestina a través de las políticas de algunos regímenes árabes.
No sorprende que Yemen sea el país árabe que conmemora más activamente el Día Internacional de Al-Quds. Este país, sometido a un bloqueo asfixiante y a una agresión constante, nunca ha cedido en sus posiciones ni se ha debilitado en su convicción de que la liberación de Palestina forma parte de su lucha mayor contra la hegemonía y el imperialismo.
En cada calle y plaza se alzaron cánticos y la bandera palestina se izó junto a la yemeníta, en una escena que acortó la distancia entre Yemen y Jerusalén y confirmó que la geografía nunca fue una barrera para tomar una posición, sino que las causas justas crean partidarios para sí mismas, sin importar cuán alejadas estén.
Estas marchas fueron una reafirmación de una ecuación clara durante el tiempo de la Caída: hay quienes todavía están en pie, y hay quienes para Jerusalén no es sólo un lema, sino una creencia, un principio y un destino.
La presencia del pueblo yemeníta en este día no fue meramente una respuesta a una invitación anual, sino más bien la traducción de una posición profundamente arraigada que considera a Palestina como una prueba para la nación y entiende que quien abandona Jerusalén hoy abandonará su dignidad mañana y será completamente subordinado a sus enemigos.
Lo que distingue a Yemen de otros países es que esta postura no es para consumo mediático, sino que es parte de una identidad popular que hace de Palestina una batalla personal para cada yemeníta, como si cada hogar en Sanaá, Saada, Hodeida o cualquier otro lugar fuera un hogar en Jerusalén.
Las marchas del Día Mundial de Al-Quds en Yemen se asemejan a un juicio abierto a la historia, exponiendo a los traidores y confirmando que Yemen, a pesar de todas sus heridas, sigue siendo el último bastión de posiciones inquebrantables que no han sido compradas ni vendidas.
Muchas personas libres, tanto de países árabes como extranjeros, ven con orgullo la creciente postura de Yemen en apoyo a Palestina. Consideran estas marchas como un deber sagrado y una extensión de la propia batalla de Yemen, que en esencia no es sólo contra la agresión, sino contra todos los proyectos de subordinación y sumisión que buscan transformar a la nación en un mero seguidor servil de Occidente y los sionistas.
En momentos como estos, el yemeníta se da cuenta de que su batalla contra quienes atacan su país es inseparable de su batalla contra quienes ocupan Jerusalén, porque el enemigo es uno y el proyecto es uno.
Cuando miras estas marchas, te das cuenta de que hay una diferencia fundamental entre los pueblos que han perdido el sentido de sí mismos y los que todavía tienen la capacidad de enojarse, de rechazar y de gritarle a los tiranos.
Yemen sigue siendo defensor de las causas justas de la nación, y en primer lugar de la causa palestina. Mientras muchos países árabes le han dado la espalda a Al-Aqsa y han abandonado sus principios nacionales e islámicos, Yemen ha insistido en estar a la vanguardia, confirmando al mundo que Palestina es la brújula que no se puede comprometer.
Según los observadores, las crecientes manifestaciones de un millón de personas en Yemen representan un reflejo de la identidad profundamente arraigada de un pueblo auténtico y firme en sus posiciones, lo que lo convierte en una de las figuras más destacadas de la resistencia en el mundo árabe e islámico. Las marchas de un millón de personas celebradas en el Día Internacional de Al-Quds confirmaron que Yemen no sólo abraza la causa palestina, sino que también trabaja para revivirla en cada rincón de su territorio.
En cambio, los analistas creen que el silencio que prevalece en muchas capitales árabes es producto de un proyecto deliberado destinado a relegar a Palestina a una cuestión del pasado, transformar a Jerusalén en un recuerdo marginal y transformar la ocupación en una parte natural del panorama político de la región.
Pero Yemen, que ha roto todas las ecuaciones, se niega a ser parte de esta farsa barata. Aquí no se venden títulos ni se compran posiciones. Aquí no se permitirá que Palestina se convierta en mercancía de negociación, canjeable por posiciones o acuerdos humillantes.
La grandeza de la constante solidaridad del pueblo yemeníta queda plasmada en la afirmación del líder de la revolución, EL Señor Abdulmalik Badr al-Din al-Houthi, en más de una ocasión, de que “Palestina permanecerá en el corazón de cada yemeníta , y que Yemen seguirá representando la voz que defiende Al-Aqsa, y no abandonará sus posiciones a pesar de los desafíos”. Estas palabras fueron una declaración de que la causa palestina no es una opción política temporal en Yemen, sino más bien una cuestión religiosa y nacional que trasciende las fronteras políticas.
Hoy, Yemen no sólo levanta la bandera de Palestina, sino también la bandera de una nación que ha caído de las manos de sus gobernantes. Se trata de afirmar que Jerusalén seguirá siendo la causa que derriba tronos, revela rostros y reescribe la historia, no con las plumas de los políticos, sino con las voces de los pueblos que aún no han muerto.
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